6/11/12

Alemania del Excel

En las películas que echaban los sábados cuando yo era pequeño los indios morían a cascoporro. Los americanos los mataban mucho, como con prisa y en general, porque cuando estás construyendo una nación no puedes dejarte llevar por el amor al detalle.

Ahora los indios somos nosotros: irlandeses, griegos, portugueses, italianos, españoles. Y Alemania debe de estar construyendo Europa, o algo, porque el nuevo hombre blanco, que es una señora con una sola chaqueta del Burda que cambia de color cuando varía la prima de riesgo, nos está quitando de en medio con el mismo estilo inconfundible de las pelis del Oeste. Y eso que se crió en el Este.

Yo ya no era pequeño ni mucho menos cuando un viernes de 1989 vimos a muchos alemanes haciendo mixtos el muro de Berlín. Aquello fue más emocionante que las películas de indios. En un pispás se acabó la Guerra Fría, las fichas de la Stasi volaron como confeti y muchos brindamos por la libertad, la democracia y otras cosas buenas de la vida.

Pero nadie nos dijo que lo que estábamos presenciando era el parto de una criatura llamada Alemania del Excel. Porque en aquel momento histórico también había gente brindando por el libre mercado, que no es lo mismo que la libertad. Esa gente no veía volar confeti, sino billetes. A lo mejor lloraba de alegría, pero no de la misma alegría. Y era gente que decidía cosas. Cosas gordas.

Para haberlo sabido.

No nos paramos a pensar entonces que cuando la economía suplanta a la política el verbo liberar cambia de sentido. O de bando, que viene a ser lo mismo.

Y nada: Alemania hizo un pufo, lo metió debajo de una alfombra de la que no se habla —porque queda feo hablar de eso con lo ordenada, lo productiva y lo aseada que es Alemania— y fabricó un montón de dinero que sus bancos le prestaron a lo tonto a los bancos y cajas de naciones indias como la española, que se lo prestaron de forma irresponsable a personas de muchas clases —ingenuos, ignorantes, jugadores, codiciosos, ladrones— que querían hacer o tener casas.

Luego todo se fue a la mierda, menos las deudas. Y ahora Alemania quiere recuperar el dinero de sus bancos aunque para ello tenga que vender a nuestros hijos al peso en eBay.

Es una cuestión contable. Nada personal. Las hojas de cálculo son más prácticas que las constituciones. Las escrituras, más seguras que los votos. Y las cifras, más manejables que la verdad.

Esto ya no es un país soberano; es un teatro de operaciones. Y aunque Alemania del Excel no inició las hostilidades, la mujer de la chaqueta que cambia de color cuando varía la prima de riesgo ya tiene casi todo el sur bajo su horrible zapato de medio tacón. Lo malo es que cada bala alemana vale por 166,386 balas de las nuestras.

Así las cosas, la independencia de Cataluña me parece como empapelar la casa días antes del desahucio: una tontuna estupenda que no haría daño a nadie. Pero esto es una guerra. Y para no perderla del todo no basta con independizarse de los Borbones, los Rajoys y los Rubalcabas. Hay que independizarse de los Mas y los Urkullus. Y de todo el que no le plante cara al hombre blanco y al rapto de Europa por Alemania del Excel.

Porque, como en las viejas películas, hay indios traidores que sirven de exploradores en la caballería. A veces les hemos votado; otras no, porque ya ni eso. Se ve que lo importante es que hablen a la perfección la lengua neoliberal, que sepan cumplir órdenes y que dominen el arte de rastrear bienes públicos susceptibles de saqueo.

Todos tenemos el enemigo en casa. Y es el mismo enemigo. Así que, para hecho diferencial, el islandés. Porque la independencia bien entendida empieza por uno mismo.

Claro que no me hago ilusiones. Se tarda más en aprender a votar que en derribar un muro.

Si naciste para Freddy, del cielo te caen los Krueger. Y siempre tienen cuchillas en las manos.

1 comentario:

d:D´ dijo...

Exacto y para dar más en el clavo nos contaron que este sistema era el bueno, el mejor, el único.Sálvese el que pueda que el hombre es un lobo para el hombre, y para el lobo; como añadieron después al conocido aforismo.
Pero todas las independencias se ponen en marcha cuando más crítica es la situación global y, principalmente, para el soberanista. Cuando hay otras inquietudes e intereses es cuando se suelen producir las independencias que, tarde o temprano llegan, aunque pese a quién le pese. En la debilidad de un contrincante debe el otro, aunque ande a la derrota, aprovechar para ganar la batalla.
Y esto es así, aunque duela a quien le duela.
Salud y Libertad.