26/3/13

Gürtel, EREs y en polvo te convertirás

Me pregunto si lo mejor de ser corrupto es el dinero que ganas o la cantidad de gente que conoces. Porque hay que ver qué catervas de implicados, cuánto cruce de correos, qué contactos molones, cuánto picnic y cuánta francachela.

Si yo tuviera tiempo, una camiseta a la moda, inversores y veinte años, mi start-up sería una red social llamada TrinkedIn. En solo seis grados de enlace, cualquier becario del cohecho nacional se sentiría hermanado one-to-one con la florinata de los lobbies yanquis, con los más selectos mafiosos rusos (esos que usan caviar sterlet como limpiametales y té de uranio como reproche), con Luis El Cabrón, Guerrero Nariz de Acero o el Duque del Periodo de Carencia.

Tal vez, dentro de todo corrupto que saquea las arcas públicas hay un alma solitaria necesitada de calor humano. Los trajes, las putas, el confeti, los aeropuertos peatonales, los palacios, las cigalas, Suiza y la farlopa son meros medios, no fines. Maneras tórpidas de buscar consuelo para algo que va más allá del humano sentimiento de angustia. Modos desesperados de sustraerse al vértigo —tan barroco y español— de saberse ínfimos, absolutamente solos ante la muerte y acosados por la nada.

El sic transit gloria mundi mete presión a los hiperactivos. Y cuando no tienen conciencia y los pones cerca de la caja los acontecimientos se precipitan. Pero, en una sociedad civilizada, que sean unos hijos de puta no es razón para no compadecerse y mostrarles la salida de su confusa aflicción y sus metafísicos quebrantos.

Según mis cálculos, una guillotina cuesta menos de lo que cualquiera de ellos gasta en un fin de semana de huída hacia delante. Y tengo entendido que en el infierno conoces a un montón de gente guapa.

10/3/13

El Papa no es el territorio

San Malaquías, que no era manco, llegó a Primado de Irlanda allá por el año 1140. Lo que no está tan claro es que San Malaquías llegara a escribir la profecía de San Malaquías antes de 1595, que es cuando la publicó, como el que no quiere la cosa, un benedictino belga llamado Arnoldo Wion. La incluyó en su amenísimo libro Lignum vitae, ornamentum, & decus Ecclesiae, de pegote y con una dedicatoria a Felipe II, que no era ni primado de Irlanda ni belga ni Papa, pero tampoco era manco.

La profecía parece ser una serie cronológica de 112 Papas que empieza en Celestino II, muerto en 1144. No da nombres ni fechas, sino un lema alegórico para cada uno. Cosas tipo "sol que da gusto verlo" o "pimentón dulce y un patito". Muy simbólico todo, y muy Nostradamus.

El libro del belga se convirtió en longseller, y muchas personas con barba y conocimientos de latín se afanaron en desentrañar la cosa. Primero para ver si los lemas encajaban bien con los Papas conocidos, pero sobre todo para hacer cábalas sobre los Papas futuros, que, quieras que no, es un asunto goloso. Porque la serie parece incluirlos a todos. Hasta el final. Y lo bonito es que, según la profecía, ahora que ha renunciado "la gloria del olivo" toca elegir precisamente al último de la fila: al que apaga la luz.

Cuando, ya en el siglo XX, ‪Alfred Korzybski‬, que no era ni santo ni manco ni goloso, pero sí polaco, dijo que lo que pasaba es que nos liábamos con las palabras y con el sistema nervioso y eso hacía que tuviéramos una visión de la realidad como cutre y de tontos, sin darse cuenta —porque a él también se le enredaban las palabras con el sistema nervioso— nos dio la clave para sacarle jugo a una pamema como la de San Malaquías y el fin de los tiempos.

Si es verdad que a la Iglesia Católica le queda un Papa —que para su edad es como cuando a alguien le queda un telediario—, lo interesante no es si el apocalipsis está cerca, si Pedro Romano —el último obispo de Roma según la profecía— será Tarcisio Bertone o José Bono, o si la fumata será como siempre o vía Twitter.

Porque el Papa no es el territorio. La cosa está en elucidar cuánta vida ideológica, con Papa o sin él, con Iglesia o sin ella, le queda a las aberraciones centrales de un canon de patrañas que sigue sin dar muestras de cansancio. Porque no usan capelo muchos de los que siguen diciendo que la mejor manera de evitar el VIH es la abstinencia, que los embriones humanos son personas de orden, que antes se toca a un monaguillo que a una célula madre. Y cosas así.

Los cardenales van a elegir su Papa. Nosotros tenemos que elegir otra cosa: poner los medios para acallar ese motete de chupacirios, bederres, falsarios y traidores que aúlla en la cultura, resuena en las leyes, crepita en los impuestos y retumba en nuestras tópicas cabezas de ignorantes, o resignarnos a soportar el oficio hasta el ite missae.

Porque toda esa mierda sí que es el fin de los tiempos. Y parece que no va a acabarse nunca.

— Podéis ir en paz.
— Democracias, adiós.