Desde que el pasado es inminente, Extraña huele
a níspero pocho.
La mosca del vinagre —la
diminuta Drosophila
Melanogaster,
cuya contribución al avance de la genética merece más un monumento
que las carnicerías de cualquier señor a caballo con bigote— no
nimba todavía a los ministros y a sus leguleyos. Pero veremos el
fenómeno; todo a su tiempo.
Mi frasquito de colonia copiada de ocho euros no
da abasto para disimular el tufo a ayer. Y cuando un país o una
persona —que para el caso es lo mismo— huelen a ayer, malo.
Los perfumes muy buenos hacen que la gente huela
a mañana, que es lo que da ganas de vivir. Los perfumes buenos
huelen a luego, que es toda una promesa en el microcosmos hormonal. Y
cuando un aroma combina bien con el pH de la piel o del tejido
social, hace que todo huela a futuro, menos las chamarilerías, que
huelen a sus cosas de viejo (o a historia, si tienes ganas de vivir y
el biorritmo rampante).
Pero Extraña huele a capitalismo de chistera y
habano. A patriarcado de plánchame la camisa. A especismo de déjame
buscar petróleo que creo empleo. Y cuanto más huele a rico de ayer
más huele a pobre de ahora, a mujer sin futuro, a peces muertos.
Es un asco, como casi todas las vergüenzas que
no son fruto del pundonor o genitales.
Y es que la cultura coge olor con una facilidad
pasmosa. Me río yo de la lana.
Un día de 1979 sentí que la música,
los zapatos, las novelas, las películas, los programas de
televisión, los peinados, los partidos, los bigotes, las lámparas y
las ideas se habían convertido en un coñazo de dimensiones
cósmicas. Como un síndrome de Stendhal pero mal. Y me hice un tupé
muy grande. Ayer tuve la misma impresión intentando sintonizar en la
radio algo que no fuera vulgar, manido, inane, estólido, cursi o
tendencioso. Y apagué la radio y me puse a silbar.
Dramas y caballeros: esto no da para más. Es
tan fuerte el olor acre de los dramas sociales orquestados por
ladrones disfrazados de caballeros con trajes de ayer, que nos estamos
quedando tontos. Los que puedan, los que aún recuerden a qué olía
el mañana que creíamos seguro —sea porque su mente es brillante,
sea porque su corazón es robusto, sea porque padecen rinitis— que
vayan ventilando, a ver si con el aire fresco se nos ocurre algo.
Y el que vaya a comprar las guillotinas que se
acuerde de traer perfume bueno.
Con un poco de suerte, esta vez hacemos entre
todos algo mejor que peinarnos de otra forma o ponernos a silbar. Lo
mismo podemos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario