27/7/14

Dramas y caballeros


Desde que el pasado es inminente, Extraña huele a níspero pocho.

La mosca del vinagre —la diminuta Drosophila Melanogaster, cuya contribución al avance de la genética merece más un monumento que las carnicerías de cualquier señor a caballo con bigote— no nimba todavía a los ministros y a sus leguleyos. Pero veremos el fenómeno; todo a su tiempo.

Mi frasquito de colonia copiada de ocho euros no da abasto para disimular el tufo a ayer. Y cuando un país o una persona —que para el caso es lo mismo— huelen a ayer, malo.

Los perfumes muy buenos hacen que la gente huela a mañana, que es lo que da ganas de vivir. Los perfumes buenos huelen a luego, que es toda una promesa en el microcosmos hormonal. Y cuando un aroma combina bien con el pH de la piel o del tejido social, hace que todo huela a futuro, menos las chamarilerías, que huelen a sus cosas de viejo (o a historia, si tienes ganas de vivir y el biorritmo rampante).

Pero Extraña huele a capitalismo de chistera y habano. A patriarcado de plánchame la camisa. A especismo de déjame buscar petróleo que creo empleo. Y cuanto más huele a rico de ayer más huele a pobre de ahora, a mujer sin futuro, a peces muertos.

Es un asco, como casi todas las vergüenzas que no son fruto del pundonor o genitales.

Y es que la cultura coge olor con una facilidad pasmosa. Me río yo de la lana. 

Un día de 1979 sentí que la música, los zapatos, las novelas, las películas, los programas de televisión, los peinados, los partidos, los bigotes, las lámparas y las ideas se habían convertido en un coñazo de dimensiones cósmicas. Como un síndrome de Stendhal pero mal. Y me hice un tupé muy grande. Ayer tuve la misma impresión intentando sintonizar en la radio algo que no fuera vulgar, manido, inane, estólido, cursi o tendencioso. Y apagué la radio y me puse a silbar.

Dramas y caballeros: esto no da para más. Es tan fuerte el olor acre de los dramas sociales orquestados por ladrones disfrazados de caballeros con trajes de ayer, que nos estamos quedando tontos. Los que puedan, los que aún recuerden a qué olía el mañana que creíamos seguro —sea porque su mente es brillante, sea porque su corazón es robusto, sea porque padecen rinitis— que vayan ventilando, a ver si con el aire fresco se nos ocurre algo.

Y el que vaya a comprar las guillotinas que se acuerde de traer perfume bueno.

Con un poco de suerte, esta vez hacemos entre todos algo mejor que peinarnos de otra forma o ponernos a silbar. Lo mismo podemos.

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